domingo, 28 de noviembre de 2010

Historia de un tándem

Quiero compartir con vosotros esta historia. Raquel, su protagonista, es una persona muy cercana a mí y me ha dado permiso para publicarla en nuestro blog. Es un relato sincero, transparente y entrañable de su experiencia como mamá amamantando a sus dos niñas, Zeltia y Lagoa.
Raquel es miembro de Bico de Leite,Asociación Lucense pro Lactancia Materna. He
traducido su historia, escrita originalmente en gallego, para que todos podáis entenderla, pero si quereis leer el relato original, éste es el enlace:


http://bicodeleite.blogspot.com/2010/11/asi-foi-o-noso-tandem.html



Espero que os guste, quizá alguna de vosotras se sienta identificada con esta historia.


Gracias, Raquel.


Paula.


Así fue nuestro tándem

Me quedé embarazada de mi segunda niña cuando Zeltia tenía veintiséis meses. Acababa de cumplir los dos años hacía poco y era una época delicada. No sé si sabéis que a los dos años se les llama también “los terribles dos”, la famosa época de las rabietas, del “hacerse grande” siendo aún tan pequeños, de querer que les entiendan y que no les entendemos…el caso es que podría decir que fue por esto por lo que dejamos la lactancia, pero no fue así, simplemente yo decidí que dejaría fluir las cosas, aún la veía pequeña para destetarla, y ella desde luego no parecía tener interés en dejar la teta, no estaba preparada así que, simplemente, seguimos…

O no tan simplemente.

Normalmente cuando escucho a la gente hablar sobre el tándem, sobre dar de mamar a dos hermanos de edades diferentes, hay tres expresiones en la gente: de incredulidad y curiosidad, de rechazo y de emoción e idealización.
Cualquiera de las tres hace que necesite contaros mi experiencia, pero últimamente, más esta última.

Lo primero que noté cuando me quedé preñada fue el aumento considerable de sensibilidad en los pezones…molestan, muchas veces durante el embarazo cuando el bebé grande mama duelen. Mi Zeltia no hacía un número determinado de tomas al día, pero casi puedo decir que se acercaba más a las veinte que a las diez: la teta era su consuelo cuando se hacía daño, cuando se sentía insegura, cuando estaba malita, era lo primero que tomaba al levantarse a mi lado por las mañanas y lo último por la noche, era su mimito en exclusiva, así era como estaba cerca de mí aunque yo tuviera que hacer otras cosas, atender a otra gente o simplemente cuando se aburría de las cosas de mayores. A los tres meses de embarazo más o menos, la producción bajó en picado, dejó de salir leche a borbotones como hasta entonces y además cambió el color y la consistencia, pero ella ni se inmutó, siguió mamando exactamente igual, las mismas incontables veces…

Se hizo duro. Muchas veces no soportaba el dolor en los pezones, así que decidí reducirle tomas, ya no podía mamar todas las veces que ella quería, le explicaba por qué y ella lo comprendía aunque no le gustase, así que lo dejamos en nunca menos de cuatro tomas al día: al levantarse, en la siesta, y para dormirse por la noche, y alguna más que siempre caía, dentro de casa, fuera quedamos en que no tomaría teta. Así que pasó de ser su todo a ser su todo reducido, y fue duro quitárselo viendo cómo le gustaba y como me gustaba a mí…fue duro darle menos teta por no soportar más aún que quisiera, pero ella fue una campeona y lo comprendió, tan pequeñita.

No me molestaba cuando sentía esas pequeñas contracciones indoloras cuando ella mamaba, aunque sé que a otras mamás les resulta incómodo, a mí casi me gustaba, pero eso solo pasó en la segunda mitad del embarazo, porque siguió mamando hasta el final.
Hay niños que lo dejan durante unos meses y cuando llega el nuevo hermano se vuelven a coger a la teta, pero Zeltia nunca dejó de mamar. Hacia los dos años y medio, comenzó a dormir toda la noche del tirón, sin despertarse, pero la noche que yo me desperté con aquel dolor de regla cada 5 minutos que acompañaba a las contracciones, cuando le faltaba un mes para cumplir los tres añitos, sí se despertó, y como la mejor manera de que se volviera a dormir era darle teta, eso fue lo que hice, pero no fui quién de aguantar a que volviera a dormirse, con un par de chupadas descargó la oxitocina que hizo que en menos de 5 minutos naciera su hermana, con ella todavía despierta.

Y así llegó Lagoa. Y esa misma noche, al poco de nacer, eran las dos las que tomaban teta y yo estaba encantada.




Cuando Lagoa tenía unos veinte días, pareció que iba a salirle un herpes en un labio a la hermana mayor, no pasa nada más allá del mes, pero en recién nacidos es una de las contraindicaciones de la lactancia, un herpes en el pezón, así que temiendo que le saliese a la hermana y a mí en el pecho, decidí adjudicarle un pecho a cada una. Zeltia siempre había tenido un preferido, así que durante los primeros meses mamó más veces incluso que su hermana, pero sólo de “su teta”, la otra era la de Lagoa. Mamaba casi cada vez que la recién nacida, e incluso alguna vez más entre tomas, y la verdad es que a mí no me importaba. Me ayudó mucho los primeros meses poder dedicarle esa atención a la hermana grande sin dejar de atender a la pequeña. Seguro que de no haber tomado teta en el momento de darle a su hermana y estando solas las tres, habría llamado mi atención de otra manera, pero así era más fácil: teta para una, teta para la otra.

Pero después las cosas comenzaron a no ser tan fáciles. De repente ya no soportaba darle de mamar a las dos a la vez, cuando la pequeña mamaba, si lo hacía la grande también me resultaba muy molesto, no sé expresar lo que sentía, pero era insoportable.
Y después empezó a hacérseme difícil soportar la sensación de cuando mamaba Zeltia sola, era tan diferente de cómo lo hacía Lagoa…además ya no conseguía sacar leche, un día que Lagoa apenas mamó traté de sacar leche de su teta a mano porque me dolía y Zeltia al verme me preguntó qué hacía, así que se lo expliqué y dijo que si podía tomar de la teta de su hermana, ella me ayudaba…pero mamó y mamó y la teta siguió igual de llena. No sé si porque ya no era eficaz mamando, porque había perdido el movimiento de succión o porque la incomodidad que sentía yo cuando ella mamaba impedía que saliera la leche…el caso es que tuve que ser yo de nuevo la que redujo las tomas de Zeltia y eso sí que se me hizo duro.

Es muy duro verte en la situación de que fuiste tú quien decidió continuar porque te sentías bien, te sentías capaz, y de repente tus capacidades cambiasen tanto que vuelves a ser tú quien tienes que decidir dejarlo porque no puedes continuar. Es muy duro que tu corazón y tu cabeza quieran continuar con la lactancia de tu hija mayor, aún pequeña, con eso que os une tanto, y que tu cuerpo no te deje, porque así era como yo lo sentía: un cuerpo que no me obedece, un cuerpo que manda sobre todo lo demás, querer y no poder, la lucha conmigo misma. Se hizo muy, muy duro.

Si de algo estoy orgullosa dentro de mi tándem es de contarle siempre la verdad a Zeltia, creo que la ayudó a irlo dejando, a comprenderlo. No le dije nunca que tenía que dejar la teta porque ya era grande, le decía que no le podía dar teta porque cuando ella tomaba me ponía muy nerviosa y yo no quería ponerme nerviosa con ella porque si me ponía nerviosa al final le gritaba y a mí no me gustaba gritarle, y ella veía que era cierto, porque muchas veces que ella quería mamar y yo quería darle, acabábamos las dos llorando, primero yo pidiéndole por favor que no mamase más y ella después porque quería más. Muchas veces me preguntaba por qué ahora me molestaba y yo no sabía que responderle, así que le decía lo que creía que más se acercaba: su boca era ahora más grande y ya no mamaba igual que su hermana que era un bebé, así que me molestaba, yo no quería que me molestase, pero pasaba. Así, entre lloros y razonamientos fuimos reduciendo de nuevo las tomas, primero cuatro como en el embarazo, después disminuía también su duración, y de cuatro tomas de un minutito pasaron a ser dos tomas: mañana y noche contando hasta diez hasta convertirse solo en un gesto.
Así, poco a poco, durante algo más de seis meses, se fue destetando, la fui destetando y ella se dejó. Cuando se acercaba su cuarto cumpleaños, ya Lagoa había cumplido su primer año, y le propuse dejarlo cuando cumpliera los 4 y me dijo que sí, pero yo pensé que no iba a ser tan fácil. Pero de repente, unos días antes de su cumpleaños dijo que ya no tomaría más teta. Y no sé como, pero me pilló por sorpresa, no le dediqué atención a la última toma de despedida porque no sabía que lo fuese, aunque fuera sólo un gesto, y cuando cumplió los cuatro ya no tomaba teta.

No penséis que escribí esto para desalentar a la mamás que quieren intentar un tándem o que van camino de hacerlo sin proponérselo, no. Mi intención es que si alguna de esas madres siente lo mismo que yo sentí, sepa que no es sólo cosa de ella, que no le pasa nada malo, que no está siendo mala, que no le falta “amorosidad” por su bebé grande. Las madres tendemos a culpabilizarnos, a sentirnos mal aunque no lo digamos abiertamente o no lo parezca, aunque sea irracional, aunque seamos capaces de ver que es una situación excepcional y que hicimos mucho, lo que sentimos es otra cosa. Parece que siempre estamos en la misma lucha de lo que sentimos emocionalmente, lo que pensamos racionalmente y lo que sentimos físicamente.

Creo que vale como resumen de mi experiencia que si me volviese a ver en la misma situación volvería a hacer lo mismo, no sé si es muy racional, no sé que parte de las tres, la racional, la física o la emocional manda en este caso, pero mi conclusión sin lógica es que preferiría no tener que vivirlo de nuevo, pero volvería a hacerlo.

Con cariño para todas las madres que hicieron o harán tándem, para las que sintieron o sentirán algo parecido a esto, y para las que no.

Y con un cariño especial para Cris.


Raquel.

2 comentarios:

Sonia G A dijo...

Estremecedor, sincero y directo. Me he emocionado; acabo de comenzar el tándem y me siento identificada con algunas cosas de las que cuenta Raquel. Me parece muy valiente reconocer que ésto nos pasa y además hay una parte de nostalgia por el bebé que se va yendo porque va creciendo; al menos eso es lo que me aflora a mí.

Un beso

vampsax dijo...

Me ha parecido un relato estremecedor, por lo bien contado que está y las cosas que me ha hecho sentir.. aunque eso es un secreto!! :-)
Para Sonia especial atención cuando dice "...el bebé que se va yendo.."... me empieza a dar pena!!
Besos y Brazos para todos,
E.